miércoles, 25 de julio de 2018

EL TIEMPO DE LA FELICIDAD




La calma de la tarde se vió interrumpida por un estruendo que hizo temblar todo el barrio. La brutal explosión rompió innumerables cristales y la onda expansiva abolló las persianas metálicas de algunos establecimientos. La gente corría desconcertada sin saber muy bien que estaba pasando.

- ¡Una bomba! – gritó un vecino.

- ¡El gas, el gas...! - chilló otro.


* * *


¿ Conocéis la historia de la magdalena de Proust? Para este escritor una magdalena mojada en té le recordaba su infancia en la casa de su tía. Es lo que se conoce como recuerdo proustiano o recuerdo involuntario. Gracias a este fenómeno, la mera exposición a un estímulo desencadena automáticamente un recuerdo intenso del pasado.  

Os puede parecer frívolo o divertido, pero para mi, mi magdalena de Proust son los bocadillos de atún. Un solo mordisco y me transporto a los veranos de mi infancia. Mi madre solía preparar ese tipo de bocadillos cuando pasábamos el día en la playa de la Barceloneta.

Eran días de alegría, de luz y color, el tiempo de la felicidad. Nada malo podía pasar en aquellos días de estío.  Empleábamos las largas jornada junto al mar buscando piedrecitas cristalinas de colores que atesorábamos como pequeñas joyas, chapoteando en el agua o construyendo efímeros castillos de arena.

Entonces, buena parte del litoral estaba en manos privadas y amplias zonas del arenal pertenecían a clubes de natación como el Barceloneta, el Atlétic o el Barcelona o a los baños . Solo se podía acceder  libremente a algunas zonas como la llamada Playa Libre, una estrecha franja de arenal, a la altura de la calle Andrea Doria, o la del Gato Negro, en la zona de los merenderos. Aquellos restaurantes a pie de playa daban un aspecto pintoresco al barrio. Años después, con los delirios de grandeza olímpicos, todo quedó destruido por la ampliación del paseo Marítimo hacia el rompeolas. El barrio perdió un trocito de su alma.

Las vallas no eran un obstáculo para nosotros, pues uno de nuestros pasatiempos favoritos era colarnos en las piscinas de los baños que jalonaban la ribera del barrio. Empezábamos por las aguas azules de los Orientales, pasábamos por los de San Miguel y acabábamos en la profunda piscina del antiguo balneario de Sebastián, donde se podía saltar desde un alto trampolín. Cruzar a ésta última zona era toda una aventura, porque allí la separación era un sólido muro con una gran mural publicitario de Campari. Nunca nos pillaron o puede ser que simplemente hacían la vista gorda, porque solo éramos solo una pandilla de chiquillos.

Más tarde, la nueva ley de costa democratizó  y todas aquellas barreras que dividían el arenal fueron eliminadas y se pudo pasear libremente por la orilla desde el Somorostro hasta la playa de San Sebastián. También empezaron a construir espigones para proteger el litoral de los temporales de levante,que de tanto en tanto, arrasaban la playa devorando la arena. El cuidado y la limpieza mejoró, incluso en invierno. La playa dejó de ser un vertedero de basura fuera de la temporada estival.

Nosotros también, al igual que la playa, fuimos cambiando y entramos en la adolescencia. Seguimos pasando la mayor parte del verano en la playa. ¿Qué otra cosa se podía hacer en aquel barrio? Nos gustaba ir a nadar junto a uno de los espigones, cerca del rompeolas y del Club Natación Barcelona, donde hoy se alza el imponente Hotel Vela. Entonces, era una zona tranquila, allí el agua estaba limpia, cristalina e incluso podía ver a los escurridizos pececillos. A veces simplemente nos sentábamos sobre las rocas, la verdad que las vistas eran espectaculares, toda la playa de la Barceloneta, el Poblenou con sus decenas de chimeneas industriales y los días despejados, incluso,  se podía ver la costa del Maresme. Allí pasábamos el rato charlando y riendo.

- ¿Qué vas hacer este año? -  pregunté a José.

- No sé, mi familia está muy enfadada desde que se enteró de que no iba a clase y me escapaba al taller de interpretación.- respondió él.

- La verdad que eso de la automoción no te pega nada. - comenté.

- Ya, yo lo que quiero es dedicarme al teatro, pero ellos quieren, que ya que no me tomo en serio los estudios, me ponga a trabajar – explicó tristemente José.

Nos quedamos en silencio con la mirada perdida. Y de pronto, sucedió, y lo vimos desde el espigón. Algo estalló en la empresa de gas¹ que había en la otra punta del paseo Marítimo, y una descomunal bola de fuego y humo se alzó hacia el cielo. Nos quedamos blancos y paralizados, no nos podíamos creer lo que estábamos viendo. Creímos que el barrio había sido destruido por la explosión. Luego, reaccionamos y corrimos hasta nuestras casas. Por fortuna, no se vieron afectadas, aquello fue en realidad menos de lo que parecía de lejos, pero el Hospital del Mar resultó gravemente dañado, el accidente había afectado a varios pabellones y a la escuela de enfermería colindantes con los gasómetros,  y muchos otros edificios cercanos también sufrieron desperfectos. Después, empezó una operación de evacuación del hospital que inquietó todavía más a los vecinos. Como no tenían suficientes ambulancias necesitaron la ayuda de los taxistas.

Hubo tres muertos, dos trabajadores de la empresa de gas y una anciana que estaba ingresada en el hospital. Otro trabajador resultó gravemente herido. Por suerte, el accidente no se produjo en el depósito de gas principal, porque entonces hubiera sido una gran tragedia para el barrio. Aquello abrió una viva polémica sobre el emplazamiento de la empresa en una zona tan poblada. Días más tarde se organizó una manifestación de protesta, a la que se sumaron personal sanitario del hospital. Años después la empresa del gas quedó desmantelada. Hoy en día, el espacio se ha convertido en un parque, todavía se conservan las estructuras de los gasómetros y la torre del agua, una bonita construcción modernista.

Hay, un momento que dejamos la infancia atrás, para mí fue aquel día, que me obligó a reflexionar sobre la fragilidad de la vida. Atrás quedó, el tiempo de la felicidad, y aquella estúpida sensación de que nada malo puede ocurrir en verano y comprendí la crudeza de la realidad.

Nota:

1. El accidente en la empresa de gas se produjo el  2 de julio de 1981 a las 18.15 horas.