lunes, 25 de julio de 2016

El trapecista


Aquella vieja barriada obrera junto al mar había cambiado mucho, una buena parte de ella había sido seccionado por la Villa Olímpica y muchas de las industrias instaladas en ella ya no existían o se habían trasladado. El barrio, antaño corazón industrial de la ciudad, se extinguía y decenas de talleres y naves industriales abandonados se desmoronaban lentamente.

Los viejos edificios de ladrillo visto, con sus majestuosas chimeneas que se alzaban hacia el cielo como místicos obeliscos en aras del comercio y de la industria, ahora languidecían ante la indiferencia de una ciudad que les daba la espalda.

En la ciudad, como estaba pasando en todas las grandes poblaciones europeas, apareció un importante movimiento okupa. De pronto, aquellos talleres y fabricas, medio ruinosos, recobraron una insólita vitalidad gracias a sus nuevos huéspedes.

La Fábrika había sido un complejo industrial de una importante empresa textil y ahora sus amplias instalaciones daban cobijo a una serie de colectivos y artistas de muy diversa índole. Se organizaban charlas y grupo de debate, estudiantes de pintura y escultura podían tener sus estudios o talleres, gentes del teatro, de la música, de la danza y del circo tenían un espacio donde ensayar.

Didí, tenía 20 años y era uno de los que malvivían en aquel Centro Social Ocupado. Sobrevivía trabajando de camarero por las mañanas, pero su verdadera pasión era el mundo del circo y sobre todo el trapecio. Era una disciplina dura, necesitaba muchas horas de ejercicio para fortalecer los músculos y de ensayo para perfeccionar las figuras en el trapecio. En realidad, su nombre de pila era Diego, pero todos lo conocían como Didí . Algunos despectivamente lo llamaban la Madonna, por travestirse como la famosa cantante y utilizar sus canciones como fondo musical de sus acrobacias. Cuando ensayaba, los temas de la Ambición Rubia resonaban en la nave principal de aquel templo alternativo para disgusto de sus compañeros más politizados que siempre le acababan sermoneando sobre lo inadecuado de utilizar aquella música comercial americana. Él era así, una gran contradicción, un activista alternativo y un fan incondicional de la Ciccone.

Aquella primavera se conmemoraban los diez años de las protestas en Pekín que acabaron con una masacre de estudiantes en la plaza de Tiananmen. Uno de los símbolos de aquella movilización fue una escultura creada por los jóvenes que fue bautizada como Diosa de la Libertad.

La idea de organizar algún tipo de homenaje a las víctimas de la matanza surgió de un grupo de artistas plásticos. Didí y el resto del colectivo gay de la Fábrika se sumaron a la iniciativa con entusiasmo. Rápidamente se formó una comisión para organizar el evento. Como era habitual el grupo de los más “políticos” fue el más crítico: no se puede luchar por la libertad con un espectáculo de variedades - decían despectivamente.

El homenaje a las víctimas de la represión en Tiananmen fue programado para el primer fin de semana de junio. En seguida, un grupo de escultores se puso a trabajar en el proyecto de recrear la escultura de la Diosa de la Libertad símbolo de la protesta y en pocos días la obra fue tomando forma. Primero sólo era una estructura de madera y malla de gallinero, luego fue modelada con una cobertura de papel maché y finalmente fue pintada. En medio de la gran nave industrial se alzaba la imponente nueva Diosa de la Libertad de cuatro metros de altura.

Paralelamente al trabajo de los escultores, el resto de actividades también iban tomando cuerpo: charlas y debates sobre el tema, y todo ello amenizado con una serie de espectáculos de danza, teatro, música y circo.


Didí también empezó a preparar su número de trapecio para el gran espectáculo. Esta vez, entre el repertorio de Madonna, eligió Express Yourself como banda sonora de sus acrobacias. Así que la voz de la Ambición Rubia comenzó a sonar dentro de aquel desnudo espacio fabril:

Come on girls
Do you believe in love?
'Cause I got something to say about it
And it goes something like this...

Y como era de esperar, no tardaron en llegar los comentarios sarcásticos de los “políticos”.

¿Por qué utilizas esa mierda de música comercial de una puta yanqui imperialista? - le recriminó uno.
Nene, yo soy la Revolución Rubia y pongo a todos coloraos...– le contestó con descaro él.

A Didí toda aquella palabrería hueca le resbalaba. Estaba curtido en el insulto y en el menosprecio, se había hecho inmune a la humillación y el desprecio. Había sobrevivido a las burlas en el colegio, a la marginación en el instituto e incluso su propia familiar lo había echado de casa. Así que, indiferente, siguió ensayando sus figuras acrobáticas:

You don't need diamond rings
Or eighteen karat gold
Fancy cars that go very fast
You know they never last, no, no
What you need is a big strong hand
To lift you to your higher ground ...

Aquella primavera se produjeron algunos desalojos de casas ocupada y la tensión enrareció el ambiente en la Fábrika. Los más comprometidos políticamente querían organizar una gran movilización contra los desalojos, pero había división de opiniones. Todos se beneficiaban de poder disponer de los espacios de la Fábrica y por lo tanto estaban de acuerdo en protestar de alguna manera contra los desalojos, el problema eran los elementos radicales descontrolados y no todo el mundo estaba dispuesto a verse involucrado en disturbios violentos. Pronto llegaron los reproches de los más politizados contra todos los que ellos creían que no se implicaban suficientemente con la causa.

Mamaracha patética – le gritaron a Dídíotro día durante uno de sus ensayos.
Come on boys. Do you believe in love? - cantó él con sorna.

El jueves la ciudad amaneció con una espléndida mañana de primavera. Didí pedaleaba sobre su bicicleta hacia el trabajo. Estaba preocupado porque ese día finalizaba su contrato laboral y no sabía si se lo iban a renovar. Cuando entró en el bar donde trabajaba, su jefa estaba mirando en el televisor el informativo matinal. En la pantalla aparecían imágenes de la manifestación contra los desalojos que se había producido la tarde anterior. Un desalojo, otra ocupación - coreaban los manifestantes. La protesta había degenerado en disturbios, y una y otra vez, en el informativo, se repetía la escena más violenta: un grupo de descerebrados había volcado un contenedor de reciclaje de vidrio y utilizaba las botellas como arma arrojadiza contra la policía. Didí, que había decidido no ir a la protesta, confirmó sus peores presentimientos. Esto no va acabar bien – pensó con preocupación.

Al acabar su jornada laboral, su jefa le comunicó que no le iba a renovar el contrato de trabajo. Así era su trayectoria profesional, de empleo precario a empleo precario. Definitivamente, hoy no es mi día – reflexionó..

Al volver a la Fábrica, comprobó que había una gran agitación, se rumoreaba que se estaban produciendo detenciones y los más expertos recomendaban evitar ir solo, era aconsejable entrar y salir en grupo de la casa ocupada.

El grupo de debate gay comenzaba una reunió y le hicieron señas para que se uniera a ellos, pero Didí no estaba de humor para discusiones bizantinas, prefería subirse al trapecio, eso siempre le despejaba la cabeza y podía, por un momento, olvidarse de todas sus preocupaciones. Además, no podía dejar de lado los ensayos, era la víspera del gran día, al día siguientes, viernes, comenzaba el gran homenaje a las víctimas de la represión en la plaza Tiananmen que se alargaría todo el fin de semana. Y de nuevo en aquel local lleno de herrumbre retumbaron las notas de la canción:

What you need is a big strong hand
To lift you to your higher ground
Make you feel like a queen on a throne
Make him love you till you can't come down
[You'll never come down]

La madruga del viernes, sin previo aviso, la policía asaltó la Fábrika. Entre porrazos, gritos y empujones, sin tiempo apenas para recoger sus pertenencias, comenzaron a desalojarlos. Dídí solo pudo salvar sus zapatos de tacón y su peluca rubia, y salió con los que no opusieron resistencia. En el exterior había una gran expectación con prensa y televisión cubriendo la noticia. Quieren espectáculo, pues lo van a tener – se dijo. Se calzó sus zapatos de taconazos y se puso su peluca rubia y con la cabeza bien alta salió a la calle. Come on boys. Do you believe in love? - cantó mientras pasaba entre las fuerzas del orden, los policías rieron y lo dejaron marchar sin ningún problema.

Pero desalojar la Fábrika no fue tan fácil, un grupo de radicales se había atrincherado en las instalaciones dispuestos a resistir y las naves del complejo industrial se convirtieron en un campo de batalla entres policías y okupas. Se había cortado el tráfico en la calle, y detrás de los cordones policiales se agolpaban la prensa, los curiosos y los simpatizantes. Didí se acomodó entre ellos preocupado por algunos amigos que se habían quedado dentro.

Cada vez, llegaban más simpatizantes y aquello se estaba convirtiendo en una manifestación espontánea contra el desalojo. La tensión iba en aumento porque algunos manifestantes insultaban a las fuerzas del orden. De pronto, comenzó una carga policial y todo mundo comenzó a huir. Didí salió corriendo sobre sus tacones y con la peluca todavía puesta , logró escapar por una callejuela. Otra vez huyendo, otra vez escapando, ese era su destino -pensó mientras se alejaba.

La protesta fue disuelta, los últimos okupas fueron desalojados y detenidos. Rápidamente, bajo protección policial, un grupo de albañiles empezaron a sellar con ladrillos puertas y ventanas. En la nave principal, yacía en el suelo la escultura de la Diosa de la Libertad convertida en un amasijo de madera, alambre y papel. La última ventana fue tapiada y el escenario quedó a oscuras. La función había terminado.


Barcelona, julio de 2016