
La floristería de la calle Baluarte,
cuando llegaba mayo, rebosaba de mil colores y dulces aromas.
Ismael observó los claveles: blancos, rosas, rojos y amarillos. No acababa de decidir que color escoger, finalmente su madre le sugirió los claveles blancos. Su madre pagó y la florista envolvió toscamente las flores en papel de periódico.
Ismael observó los claveles: blancos, rosas, rojos y amarillos. No acababa de decidir que color escoger, finalmente su madre le sugirió los claveles blancos. Su madre pagó y la florista envolvió toscamente las flores en papel de periódico.
Su madre le acompañó al colegio, un
imponente edificio que presidía la plaza del poeta Boscán. Otras
madres también despedían a sus hijos al pie de las monumentales
escalinatas que daban acceso a las entradas. En aquel Colegio
Nacional Mixto, los niños entraban por una puerta y las niñas por
otra, las clases de unos y otros estaban en pabellones separados.
Las colegialas vestía bastas blancas y los chicos llevaban los
típicos batines escolares a rayas azules y blancas.
Su clase estaba en el primer piso y era
una de las aulas cuyas ventanas daban a la gran plaza. Sus compañeros
fueron entrando y todos se situaron de pie delante de su pupitre.
- Buenos días – respondió don Pablo.
Don Pablo era un hombre de mediana
edad, regordete, rostro sereno, con gafas y cabellos blancos que le
otorgaban un aire de dignidad.
Todos se giraron hacía el fondo de la
clase porque sabían que empezaba el ceremonial. Allí bajo el cuadro
con un reproducción de una virgen de Murillo se había improvisado
un altar y había varios jarrones con diferentes flores.
Ismael estaba contento con el
protagonismo que le correspondía ese día. Retiró unas rosas
mustias de uno de los jarrones, fue a buscar agua fresca, puso
orgulloso sus claveles blancos y volvió a situarse junto a sus
compañeros. A la señal de don Pablo el cántico comenzó:
Venid y vamos todos con flores a porfía,
con flores a María, que Madre nuestra es
con flores a María, que Madre nuestra es.
De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella,
más que la luna, bella, postrados a tus pies.
Venimos a ofrecerte las flores de este suelo,
con cuánto amor y anhelo, Señora, tú lo ves.
Por ellas te rogamos, si cándidas te placen,
las que en la gloria nacen, en cambio, tú nos des.
con flores a María, que Madre nuestra es
con flores a María, que Madre nuestra es.
De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella,
más que la luna, bella, postrados a tus pies.
Venimos a ofrecerte las flores de este suelo,
con cuánto amor y anhelo, Señora, tú lo ves.
Por ellas te rogamos, si cándidas te placen,
las que en la gloria nacen, en cambio, tú nos des.
Cuando acabaron de cantar, el maestro
les dio permiso para sentarse, pasó lista y comenzó la clase.
Los pupitres, eran auténticas piezas
de museo, de madera oscura y carcomida, un mismo mueble unía dos
asientos y una estrecha mesa alargada. Ismael saludó a Nuñez, su
compañero de pupitre que siempre lo metía en líos porque un
charlatán.
-Sabes, me he comprado una goma
nueva, huele a nata, mira – le explicó Núñez acercándole la
goma de borrar a la nariz.- ¡ Ostras, es verdad! Dan ganas de darle un bocado - comentó Ismael.
- Ssssss – silbó amenazante el maestro.
Conforme avanzaban las horas la triste
aula se fue llenando de la cálida luz primaveral, los grandes
ventanales estaban abiertos y llegaba el frescor verde de los
plátanos de la plaza.
De pronto, algo pasaba en la calle que
conducía al mercado, había alboroto. Todos hubieran querido
levantarse y asomarse por las ventanas para ver que estaba pasando,
pero una severa mirada de don Pablo bastó para disuadirles de sus
intenciones.
Don Pablo se sentó ante su amplia
mesa, se ajustó sus gafas y abrió un libro.
Todos los alumnos con cara angustiada
intentaban esquivar la mirada del maestro y sintieron un gran alivio
cuando García, el alumno más aventajado de la clase, levanto la
manó pidiendo permiso para responder.
- El sacramento de la Penitencia, o Reconciliación, o Confesión, es el sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para borrar los pecados cometidos después del Bautismo. Es, por consiguiente, el sacramento de nuestra curación espiritual, llamado también sacramento de la conversión, porque realiza sacramentalmente nuestro retorno a los brazos del padre después de que nos hemos alejado con el pecado. - recitó García de carrerilla.
- Muy bien, García, excelente.
Ismael y sus compañeros no entendían
la mitad de aquella palabrería de la clase de Religión, sin
embargo callaban y asentían teatralmente con la cabeza.
De la calle llegaba un extraño olor a
goma quemada y se oían sirenas de policía.
Los alumnos, con caras aburridas,
perdían su mirada vagando de un rincón a otro del aula. Ismael,
observó que una mariposa entró por uno de los grandes ventanales y
fue a posarse sobre el crucifijo que presidía la clase. Parecía que
Cristo llevaba un exótico bañador y se le escapó una risilla. Al
cabo de un rato, la mariposa volvió a emprender el vuelo y esta vez
se posó sobre un ojo del retrato de José Antonio Primo de Rivera
que estaba colgado sobre la pizarra. Ahora, aquel señor tan serio,
parecía un estrafalario pirata y se les escapó otra risilla. Su
compañero, Núñez lo miraba de reojo como diciendo: te las vas a
cargar. Lo
peor fue cuando la mariposa traviesa se fue a posar sobre el retrato
del caudillo Francisco Franco y se sitúo a unos de los lados de la
cabeza, parecía que llevaba puesto uno de esos lacitos que llevan
las chicas y de nuevo le entró ganas de reír. Una sola mirada de
don Pedro bastó para que se le helara la risa en la garganta.
Por
fin llegó la hora, sonó el timbre que anunciaba el fin de las
clases de la mañana y los alumnos fueron salieron en orden. Mientras
descendía la escalinata , le extrañó ver a más gente de lo
habitual esperando en la plaza, y todavía se sorprendió más
cuando vio que su madre también le estaba esperando.
De
camino de vuelta a casa, detrás del colegio, junto al mercado, había
un gran revuelo. Una columna de un espeso humo negro se alzaba desde
una hoguera de neumáticos en mitad de la plaza de la Fuente y las
calles estaban alfombradas de octavillas.
Ismael
notó que su madre estaba, nerviosa y aceleraba el paso, no entendía
que estaba pasando, soló alcanzó a leer en uno de aquellos
papelajos del suelo la palabra LIBERTAD.
Donde habita el recuerdo
Febrero
de 1989 / julio de 2016