sábado, 22 de octubre de 2016

EL SONIDO DEL MIEDO

Un sepulcral silencio reinaba aquella noche en el cuartel, súbitamente el estruendo de un disparo rompió siniestramente la calma.

- Ha sonado en el cuarto del cabo primera – gritó uno de los muchachos medio desnudos que corrían alarmados por el pasillo.

Los soldados que estaban de imaginaria fueron los primeros en entrar en la habitación, se encontraron con un espectáculo dantesco que no olvidarían nunca. El cabo primero se había suicidado de un tiro en la boca, había sangre y sesos por todas partes.

* * *

La tardes de verano en Granada era sumamente calurosas y nadie se atrevía a salir a la calle si no era a partir de cierta hora, cuando empezaba a refrescar. Los soldados que no tenían permiso se habían quedado en el cuartel y mataban las horas en la terraza de la cantina.

Dani, aquel día estaba contento, ya sólo le quedaban 3 meses para acabar su servicio militar y volver a casa. Se dirigió a la terraza de la cantina donde entre el alboroto de un montón de muchachos, uniformados de verde, que bebían cerveza sin parar, pudo distinguir a sus amigos.

Dani, se acercó a la ventana de la cantina desde la cual se atendía como si fuera una barra de bar, pidió una cerveza y se sentó junto a sus amigos. Se repetían las mismas conversaciones de siempre y cada uno hablaba con entusiasmo de su tierra. Después de que Ramón hablara por enésima vez de su amada Isla Cristina, Jordi, el catalán, cambió de tema y empezó a contar anécdotas de sus experiencias con el espiritismo. Pareja, el sevillano, lo escuchaba atentamente.

- Sabéis lo que me contaron el otro día, pues que hace muchos años un cabo primero se suicidó en la compañía de Intendencia. Se pegó un tiro en la boca con su pistola. Dicen algunos, que su fantasma todavía anda por aquí – relató Pareja.

- ¡ Ostias, no jodas! - dijo Jordi.
-¡ Qué mal rollo! - comentó Eloy con cara de asustado.
- Sabéis lo que molaría, hacer una sesión de espiritismo en nuestra compañía para ver si podemos contactar con él.
- No jodas tío - soltó Eloy, el asturiano, con la cara descompuesta.
- Podríamos probar estar noche – propuso Pareja.

Llegó la noche, la luna llena brillaba con todo su esplendor sobre el cielo de la ciudad, los viejos edificios del cuartel centenario bajo aquella luz tenían un aspecto siniestro.

A la hora acostumbrada se apagaron las luces. Dani, estaba intentando coger el sueño cuando notó que alguien le tocaba.

- Dani, Dani, vente vamos a iniciar la sesión de espiritismo– le anunció Jordi.

A Dani no le entusiasmaba la idea del espiritismo y menos con el fantasma de un cabo primero suicidado de por medio. Pero tampoco quería quedar como un cobarde, así que accedió a reunirse con el grupo.

Ya estaban todos allí, reunidos en un rincón del amplio dormitorio, con una vela y un cartón con el que habían preparado una tabla guija. Tonio, el onubense, extremadamente religioso y supersticioso no paraba de santiguarse, mientras Juanmi, el universitario madrileño, observaba todo aquel circo con una expresión incrédula y burlona.

- Jordi, es verdad eso que dicen, que si el vaso comienza a describir círculos es porque el diablo está presente – preguntó el asustadizo Eloy.

- Sssss – vamos a empezar cortó Jordi.

Todos pusieron el dedo sobre le vaso, y Jordi empezó la invocación haciendo una serie de preguntas. Se miraban inquietos unos a otros, el miedo se palpaba en el ambiente. La única excepción era Juanmi al que se le escapaba una risilla de vez en cuando.

De repente, el vaso comenzó a describir círculos una y otra vez, y Eloy estaba cada vez más asustado. Pero lo peor estaba por llegar. Decenas de angustiosos aullidos de perro desgarraron el silencio de la noche. De pronto, como desde la profundidades del infierno llegó un rugido, y todo empezó a temblar con un estruendo tremendo. Todos se quedaron petrificados de terror, incluso Juanmi, el incrédulo, quedó con la mirada perdida y los ojos desencajados.


No eran los únicos aterrorizados, otros compañeros corrían histéricos de un lado a otro del dormitorio. Todo el dormitorio temblaba con un ruido ensordecedor. Súbitamente el rugir de la tierra cesó, y mientras volvía a la calma se escuchaban las risas de los muchachos granadinos burlándose del miedo de los otros soldados, ellos estaban de sobras acostumbrados a los frecuentes terremotos en aquella zona de Granada