martes, 19 de julio de 2016

Cuando llueve de improviso


Cuando llueve de improviso, las gotas frías sorprenden a los transeúntes desprevenidos que corren a refugiarse donde pueden del aguacero . Una extraña camarería une en el infortunio a la gente bajo el amparo de balcones y portales.

Ella miró el pavimento de la calle brillante y resbaladizo, sentía la presencia silenciosa de los demás, todos resguardándose de las inclemencias del tiempo en la entrada de una tienda de ropa. Cada vez el agua caía con mayor intensidad formando una cortina tras la cual poco se distinguía.

El otoño mediterráneo con sus lluvias torrenciales había llegado. Siempre le entristecía el final del verano, el mal tiempo anunciaba la vuelta a su vida monótona y gris. Como de costumbre, la lluvia le hizo caer en la melancolía. Mientras esperaba que amainase el chaparrón, su pensamiento empezó a dar forma a un futuro vacío y yermo. Intentó conjurar aquel pesimismo rebuscando entre los buenos recuerdos del pasado: sus años de juventud, cuando se casó locamente enamorada, su primer hijo...

Un coche pasó y se oyó una ola de protestas porque algunas personas fueron salpicadas de barro.

Ella continuó con sus reflexiones, ahora incluso los buenos recuerdos se tornaban un veneno amargo. ¿En qué momento se torció todo? Ahora su matrimonio y de su familia eran un montón de ruinas. Con cuarenta años veía cómo su juventud se le había escapado de las manos, pero ella no quería resignarse, ansiaba vivir, pero idea de empezar de cero a veces le daba vértigo.

Ahora ya no llovía tanto y las formas de la calle volvían a aparecer.

Ella presintió una mirada y al volverse observó a un guapo treintañero que la miraba. Sus mejillas enrojecieron y se sintió íntimamente halagada, nadie la miraba así desde hacía muchos años.

Los truenos sonaban cada vez más distantes, parecía que la tormenta se alejaba.

Él llevaba rato pensando que la cara de aquella mujer le sonaba de algo, hasta que calló en la cuenta y volvió a observar la foto en el periódico, no había duda, era ella, la asesina que buscaba la policía, que había matado y descuartizado a toda su familia. Se le heló la sangre cuando ella le dedicó una sonrisa coqueta.


De pronto, dejó de llover.


Barcelona, septiembre de 1989 / julio de 2016